4 de agosto de 2007

IRAK CAMPEON

(Tomado del editorial de El Tiempo, agosto 4 de 2007)

En junio de 1969, cuando la selección de fútbol hondureña anotó el gol del triunfo contra El Salvador, Amelia Bolaños, de 18 años, se disparó un tiro en el corazón con el revólver de su padre. El maestro polaco Ryszard Kapuscinski, recientemente fallecido, recreó la lamentable escena en su famosa crónica 'La guerra del fútbol'. Días después, el sangriento delirio se había contagiado y los dos países se enfrentaban en combates que dejaron 6 mil muertos y 12 mil heridos.

Como prueba de los peligros que encierra el patriotismo futbolístico mal entendido, la guerra entre El Salvador y Honduras sigue siendo el mejor ejemplo. Pero en la cara opuesta figura el reciente triunfo de la selección de Irak en la Copa Asia, un certamen equivalente a la Copa América. Irak apenas podía considerarse un equipo de relleno en el torneo, que en el 2000 y el 2004 ganó Japón y ahora dominaba con su favoritismo Australia y contaba con la poderosa selección de China. En contraste, el equipo iraquí estaba compuesto por jugadores de las religiones y etnias que mantienen una sangrienta guerra por el poder. Jorvan Vieira, el entrenador brasileño, explicó luego que, cuando empezó su misión, los futbolistas de diferentes credos no se pasaban el balón. Era difícil imaginar que esa coctelera de enemigos podría ofrecer algo más que pobres resultados.

Los tristes augurios parecieron cumplirse en el partido inaugural, cuando los dos más notables jugadores iraquíes, el uno kurdo y el otro sunita, se propinaron golpes en el campo por culpa de un error defensivo. Con todo, el juego terminó en empate contra Tailandia, la anfitriona. Y lo que siguió fue una cadena de sorpresas: Irak pasó invicto la primera ronda, superó las semifinales sin recibir goles y clasificó para la final. Ese día, domingo 29 de julio, venció 1-0 a Arabia Saudí y produjo un milagro nacional: por unas horas, no hubo atentados en Irak y a la calle salieron sunitas, chiitas y kurdos a celebrar el triunfo bajo la misma bandera. Por una vez, Irak volvió a ser una sola nación, un solo pueblo: el deporte había conseguido lo que no lograron la religión, la política ni las armas.


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