12 de diciembre de 2007

NO ME DIGA MAS!

Gente bella, gente humilde del Gran Aguante Tiburón,

probablemente muchos de ustedes ya habrán deleitado sus vidas con esta perla, sacada con el clásico método del copy-paste de la obra autobiográfica de Armando Plata, a donde llegamos por cortesía de La Monserga del Fútbol.
No tiene mucho que ver con la Copa Rigoberto Niño Guecha 2008-I que seguramente el GAT disputará en contadas semanas, pero lo publicamos, sin modificarle una coma lo juro, por su contenido educativo y talante edificante, además porque después de esto García Márquez y su macondo no son más que una lagaña de mico.... Nadie dudará nunca más que Dios si es colombiano.
Salud y gracias, maestro Armando Plata!


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FRAGMENTO DEL LIBRO “SER ALGUIEN”, ESCRITO POR ARMANDO PLATA CAMACHO

A las dos semanas del concierto de Melgar, organicé en el Unicorn Club International, la entrega de los premios “Pompín de Oro - Radio Tequendama 1974”, a la que asistió la crema y nata del espectáculo colombiano. Los ganadores fueron: Luis Gabriel, mejor cantante masculino del año; Génesis de Colombia, mejor grupo del año; Claudia de Colombia, cantante femenina del año; Augusto Calderón, periodista del El Espacio, mejor cronista de espectáculos.
Ese día, frente a una veintena de periodistas de farándula, anuncié la realización del “Campeonato Mundial de Locución” con el propósito de batir un supuesto record en poder de dos locutores argentinos. La meta era hablar más de setenta y nueve horas y media seguidas, frente al micrófono. ¿Pero, sobre qué? He ahí la cuestión, por lo que
convoqué a un grupo de colaboradores de la emisora para establecer un plan de posibles actividades que fueran muy entretenidas para la audiencia.
Inicialmente mi compañero de micrófono iba a ser Enrique Ortiz Sánchez, “Trapito”, un locutor muy agradable que trabajaba en las tardes. La noche anterior al inicio de la prueba, Enrique se disculpó argumentando que su esposa le pidió no participar porque,
según ella, “las personas que dejan de dormir por varios días corren el riesgo de quedar estériles”.
Surgió entonces como reemplazo a última hora, William Vinasco Ch., un locutor poco conocido que estudiaba derecho y diplomacia en la universidad Jorge Tadeo Lozano. Mi relación con Vinasco era ligeramente distante porque desafiaba mi autoridad y siempre tenía una buena disculpa para llegar tarde a trabajar.
A las seis de la mañana del viernes 18 de diciembre de 1974, en presencia de Juan Harvey Caicedo, presidente de la Asociación Colombiana de Locutores, se inicié la competencia. Se tocó el himno nacional de Colombia y un sacerdote bendijo el evento, a través de una llamada telefónica. Ese día el periódico El Tiempo publicó una nota a tres columnas, escrita por el periodista Germán Salgado, titulada: “Cuatro días hablando ante un micrófono... sin dormir”.
En algunos apartes, Salgado destacó:
“La lucha empezará a hacerse dramática la madrugada del sábado, cuando el cuerpo de los hombres empiece a pedir el descanso elemental con más apremio. En esos momentos Plata será asesorado por dos brujos de las selvas colombianas, quienes actuarán como intermediarios entre él y los espíritus. Vinasco invocará los espíritus directamente, aprovechando la potencia de la emisora.
La cabina de locución fue especialmente adaptada e inclusive las sillas son ortopédicas. La alimentación consistirá en agua, vitaminas, miel de abejas, panela, verduras y frutas. Habrá control médico permanente. Dentro de los reglamentos de la competencia figura el de no utilizar estimulantes ni grabaciones; los locutores tendrán que hablar simultáneamente; habrá pesaje antes de iniciarse esta curiosa maratón y se permitirá el uso de anteojos oscuros para proteger la vista, lo mismo que luz indirecta en la cabina, la cual ya fue adaptada”.

El artículo de Salgado finalizó así:
“Por otra parte, los vestidos que utilizarán Plata Camacho y Vinasco Ch., serán por demás extravagantes: capa azul como el cielo infinito y african look como el África negra.
Finalmente, los dos hombres contarán con breves minutos de descanso para necesidades fisiológicas, previa prescripción médica. La competencia terminará cuando alguno de los dos locutores se quede dormido con el micrófono en las narices... o no vuelva a salir del retrete”.
Al iniciarse el maratón, el técnico de sonido Alfredo Zabala comentó que él también quería participar. Vinasco hábilmente discutió el tema al aire y durante algunos minutos los oyentes opinaron sobre si un operador de audio podía ser o no, Campeón Mundial de Locución. Al principio, le dijimos que sí, pero dejamos abierta la posibilidad de “revisar el caso ante las autoridades correspondientes”. Zabala, un joven de origen humilde, lloró de la emoción, prometió no dormirse y colaborar en todo lo que fuera necesario.
Para mi sorpresa, a los pocos minutos de alternar al aire con William, me di cuenta que teníamos una química excepcional y un agudo sentido del humor, lo cual nos permitió tomar del pelo durante todo el campeonato. Lo que más disfrutamos fue desconcertar a la audiencia con nuestros comentarios disparatados que por momentos parecían tener lógica. Con el correr de las horas, algunas personas pensaron que nos estábamos volviendo locos como consecuencia de no dormir, y eso lo explotamos todo el tiempo para aumentar el interés de la audiencia.
Otro elemento que le dio cierto nivel al campeonato fue la presencia permanente en el estudio de numerosos personajes del deporte, el espectáculo y la política. Abrimos un libro-minuta, en el que todos estos ilustres visitantes consignaron sus emocionados comentarios. Además, nos rodeamos de auténticos campeones como: Martín Emilio
“Cochise” Rodríguez, record mundial de ciclismo; Helmuth Bellingrot, campeón olímpico de tiro; Rodrigo Valdés, Campeón Mundial Walter Jr. de boxeo, y Víctor Mora, campeón del maratón de San Silvestre, entre otros.
También orientamos la prueba como un evento de ayuda a la comunidad y recaudamos algunos fondos para el Instituto de Adaptación Laboral, IDEAL, una organización de la cual formaba parte Cecilia Ángel, esposa de mi jefe, Jorge Valencia Torres.
Al mediodía, algunos noticieros nacionales de radio y televisión dieron la noticia de que “dos jóvenes intentaban batir el record mundial de locución en la emisora Radio Tequendama de Bogotá”. Esto generó un volumen inesperado de llamadas de apoyo de diferentes regiones del país, incluso emisoras de la costa atlántica y Antioquia comenzaron a retransmitirnos parcialmente.
La noticia se regó como pólvora, y lo notamos, porque paulatinamente fue aumentando la cantidad de público en el estudio. Entonces, decidimos cobrar la entrada a peso, dinero que donamos a IDEAL. Las colas eran enormes. La mayoría eran estudiantes con dibujos y lindos mensajes de apoyo. A las doce horas de estar en el aire llegaron las primeras cámaras de los noticieros de televisión, y en los pasillos de la emisora se apostaron varios periodistas y reporteros gráficos.
Entrada la noche, la agencia de noticias española EFE, envió un cable a sus abonados en todo el mundo con detalles de mi maratón. La noticia fue tema para desarrollar en otros programas de radio, y algunos periódicos la reprodujeron al día siguiente en la sección de hechos curiosos. Pronto atendimos llamadas de apoyo de colegas en Chile, Panamá, México y España, quienes nos entrevistaron para sus emisoras. Germán Tobón Martínez y Gustavo Garay Yépez, directivos de Radio Tequendama, no cabían de la dicha ante la cantidad de prensa gratis que recibió la empresa.
El evento fue creciendo en popularidad como una bola de nieve. Con Vinasco nos mirábamos con complicidad y risa para celebrar el efecto que nuestras ideas locas creaban en el público. Sabíamos que detrás del campeonato existía “un gran secreto” y nos habíamos comprometido a no revelarlo en mucho tiempo. Los detalles de ese pacto los conocerán más adelante, en este libro.
Hacia la madrugada comenzamos a sentir los primeros efectos del cansancio y la falta de sueño. Colegas de la emisora La Voz de Bogotá, que quedaba en el mismo edificio, se turnaron para motivarnos y darnos apoyo moral. Llegamos a pensar que no íbamos a pasar del primer día y a través de la radio pedimos consejos para mantenernos bien física y sicológicamente, sin dormir.
Urías Ocampo, uno de los oyentes, se ofreció voluntariamente para darnos masajes y comida balanceada. El hombre llegó con una camilla, un baúl repleto de menjurjes, aceites, cremas y gasa. Fue nuestro ángel guardián durante la prueba. Cada tres horas nos dio refrescantes baños con compresas de agua fría y caliente, así como deliciosos caldos y té de yerbas. Urías, años después, se hizo famoso como preparador físico de las candidatas a los reinados de belleza.

Al segundo día, cometí una deliciosa imprudencia que por poco me cuesta el campeonato: hice el amor con una amiga en mi oficina. Fue algo apresurado. Cuando mis colaboradores notaron que me había desaparecido comenzaron a buscarme por todas partes temiendo que me hubiera quedado dormido. Regresé agotado y sin energía. Ocampo lo notó de inmediato y pensó que me había deshidratado. Le conté lo ocurrido, sonrió, y me dio una dosis doble de vitaminas, un plátano y un “caldo de gallina con reconstituyente”.
A medida que pasó el tiempo, más personalidades vinieron a visitarnos. La máxima figura de la narración deportiva Carlos Arturo Rueda, se conmovió tanto con nuestra transmisión que donó una bola de béisbol firmada por algunos de jugadores de los Yankes de N.Y.; y el torero Pepe Cáceres, regaló el traje de luces que usó el día que tomó la alternativa. Éstos y otros objetos los subastamos entre los oyentes y el dinero lo entregamos a las directivas de IDEAL.
Una llamada que nos gustó mucho fue la del humorista Humberto Martínez Salcedo quien privadamente nos felicitó porque estábamos haciendo, según sus palabras, “un gran sainete que evidencia lo folclórico que es el país”. De otra parte, el director y guionista de televisión Bernardo Romero Pereiro, nos abrazó emocionado y nos dijo:
—El cuento que le están echando al pueblo es una berraquera.
A las cuarenta y cinco horas, se nos ocurrió pedir leche de verdad, no rendida con agua. Ofrecimos un tiquete ida y vuelta a San Andrés a la primera persona que trajera una vaca al estudio y la ordeñara. Un cuarto de hora más tarde llegó el primer camión, luego cuatro más, todos con vacunos. Intentamos subir un ejemplar por las escaleras pero el animal se resistió. A los periodistas les pareció muy simpático este episodio y lo destacaron en sus crónicas.

Otro momento inolvidable ocurrió cuando William “se voló” del estudio en una unidad móvil rumbo a cuatro vientos, un conocido sector de Bogotá, donde venden fritanga. Con varios expertos en nutrición discutimos “el peligro de la grasa de la rellena en el sistema digestivo de un futuro campeón mundial, y los posibles efectos adormecedores del cilantro”. William ignoró todas las recomendaciones y admitió públicamente que su único deseo era un suculento almuerzo lleno de colesterol, así le costara el título. Doña Tulia de Vinasco, madre de William, le suplicó al aire que dejara esos impulsos, pero mi compañero, que ya mostraba los devastadores estragos del prolongado insomnio, se fue a jugar tejo y a tomar cerveza en una cancha del barrio Restrepo.
El público terció a favor de Vinasco y protestó enérgicamente cuando anuncié que se iba a ser descalificado por desobediente. En el último momento, William recapacitó, pidió perdón y regresó al estudio con una olla llena de tamales que le regaló una oyente.
Cuando cumplimos sesenta horas, nueve de cada diez receptores de radio encendidos, seguían el campeonato. Nos faltaban solo dieciséis horas más para batir la marca mundial. Aprovechando la euforia del momento, se me ocurrió hacer una rueda de prensa con la presencia de algunos de los periodistas más influyentes de esa época, como Elkin Meza, Alfonso Castellanos, Héctor Mora, Alberto Giraldo y Álvaro Monroy Caicedo. Fue la ocasión perfecta para dar mi versión sobre la tragedia ocurrida días atrás en el concierto rock de Melgar. Contesté todo tipo de preguntas y creo que logré mejorar un poco la mala imagen que gané con ese triste incidente. Esa noche quedé más tranquilo y con la conciencia en paz. A medida que se acercaba nuestra meta se nos hizo más difícil dominar el deseo de dormir, especialmente entre las dos y las tres de la mañana. Bautizamos este momento como “La hora crítica” y le pedimos a nuestros oyentes toda su energía positiva para superarlo. El amanecer fue grandioso por la permanente presencia de tríos y mariachis que vinieron a darnos serenata. Las ultimas tres horas fueron retransmitidas por casi todas las cadenas de radio y emisoras independientes del país, en un acontecimiento poco usual. La Asociación Colombiana de Locutores, el Círculo Colombiano de Artistas, el Sindicato de trabajadores de televisión, Acoteve, y otras organizaciones de la industria, nos enviaron canastas de flores y mensajes de felicitación. Una delegación de Chocontá encabezada por mis padres, el alcalde y varios ex compañeros del colegio Rufino Cuervo, a duras penas pudo entrar. Todos se sentían orgullosos de nuestro logro.
A las setenta y nueve horas y media de maratón, el entonces director de Todelar, Alejandro Pérez Rico, hizo el conteo regresivo en medio de lágrimas, besos, gritos de felicidad, luces y el flash de numerosas cámaras:
—Atención Colombia... faltan cinco segundos, cuatro, tres, dos, uno... Tenemos tres campeones mundiales de locución: William Vinasco Ch., Armando Plata Camacho y Alfredo Zabala. ¡Viva Colombia!
De inmediato sonó el himno nacional y todos los asistentes lo cantaron llenos de júbilo. Luego, desde una ventana ubicada en un cuarto piso nos asomamos a la calle. Vimos a no menos de tres mil personas agitando pañuelos blancos. La multitud ocupaba gran parte de la carrera 8ª, desde la calle 16 hasta la 18. Algo apoteósico. Llenos de satisfacción y regocijo, sonreímos con Vinasco. En nuestro rostro había una pícara expresión de incredulidad. Nos abrazamos y entre dientes murmuré:
—¡Qué carreta tan brava, Campeón!
Después de la celebración, continuamos en el aire con la intención de imponer nuestra propia marca. La emoción del triunfo nos dio un segundo aire para superar temporalmente el enorme cansancio y logramos completar un total de ochenta y seis horas frente al micrófono.
Hacia las cinco de la tarde del lunes 21 de diciembre de 1974, salimos del estudio rumbo a la clínica Nuestra Señora de la Paz para una evaluación médica que por fortuna fue satisfactoria. En esa oportunidad en tono de sorna le preguntamos a una enfermera bastante atractiva si era cierto que tanto tiempo sin dormir nos iba a dejar impotentes, a lo que ella nos respondió:
—Sí y hay pocas excepciones.
—¿Y quedaremos locos? —preguntó William.
—Más de lo que están.

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